Aquellos militares que hace 38 años
decidieron dar un golpe de estado sin pegar un solo tiro para dirigir
a Portugal hacia la modernidad europea no quisieron celebrar su
fiesta. La semana pasada se negaron a participar en los actos
oficiales del 25 de abril, el día de la Revolución de los Claveles,
la conmemoración de la liberación popular de la que fue la
dictadura más resistente del siglo XX de la Europa Occidental. ¿Por
qué? Porque las acciones de su actual gobierno no reflejan los logros de
aquel movimiento que llevó a la constitución de una república
democrática. ¿Qué libertad hay que celebrar?, se preguntan, sino escenificar una pantomima de estado democrático...
El ayer y el hoy son lo mismo. Podría
pensarlo cualquiera de aquellos jóvenes militares portugueses que en
1974 quisieron que en Portugal entrara en la modernidad tras casi
medio siglo de dictadura: El poderoso de ayer no es otro que el de
hoy. Y hoy, quizás como ayer, Vasco Lourenço, presidente de la
Asociación 25 de abril, uno de los capitanes de aquella revolución,
lo piense cuando asevera que el gobierno portugués “protege los
privilegios, agrava la pobreza y la exclusión social y desvaloriza
el trabajo”. Por eso el colectivo que representa no ha querido
participar en la celebración de la fiesta nacional...
El dictador Salazar, el único dirigente europeo que recibió a Franco. |
Hace 38 años un grupo de militares
portuguesés decidió dar un golpe de estado sin disparar las armas.
Portugal sufría al llamado Estado Nuovo, que pese a lo que su nombre
indicaba era la dictadura más vieja del momento en Europa. Era 1974,
hacía seis años que el dictador Salazar (Arturo de Oliveira
Salazar) había sido apartado del poder, más que nada por un
accidente casero que le provocó un hematoma cerebral. Le sustituyó
el señor Marcelo Caetano, digamos que un hombre poderoso de esos
que si tuviera una máquina del tiempo atrancaría sus engranajes
para no adelantar o retroceder siquiera un segundo, para que todo quedara igual. Una de
esas personas con alergia a los cambios, cementado a la tradición,
afincado en el pensamiento de la todavía existencia del Imperio
Colonial Portugués, una alucinación peligrosísima. Mientras las
metrópolis europeas ponían pies en polvorosa de África, las élites
portuguesas seguían creyendo firmemente en aquella idea de nación
pequeña que dominó los siete mares. Un despropósito asesino.
La obcecación de los políticos como
Caetano era mayor en cuestiones domésticas, más inamovible si cabe:
autarquía, poco desarrollo industrial, latifundio, privilegios para
las élites... Pobreza. La mayor de Europa. La clase dirigente
dirigiría como siempre dirigió. El presidente Caetano paró
cualquier reforma política que permitiera descorsetar las libertades
ciudadanas cuando sustituyó a Salazar. Portugal sería lo que
siempre fue. Los oficiales de la dictadura eran
aristócratas de toda la vida y las guerras coloniales requerían de
mandos.
Soldados portugueses en Angola. |
¿Pero quién iría a luchar a tierras tan lejanas? Ellos no.
El cántico pesimista en Portugal era el de Portugal no produce sino
portugueses”. Y alguien debió añadir: “...a los que mandar a
las colonias” a morir y matar. Cualquier joven portugués estaba
obligado a servir cuatro años de su vida en el ejército. La guerra
requería refuerzos: se procedió a reclutar antiguos universitarios
en subtenientes para ser mandados a África. Y ahí comenzó todo.
El capitán Vasco Lourenço. |
El capitán Vasco Lourenço fue uno de
los muchos militares de nivel medio que en los años setenta se
infectó con ese virus humanista e imaginativo que tozudamente surge
en el ser humano de tanto en tanto y solo en algunos. Podría describirse como un deseo de igualdad. La
edad media entre los cargos medios del ejército en los años 70 era
de 28 años. Todos con estudios universitarios. Todos sufriendo las
mismas inclemencias, las mismas fiebres, lluvias, escaseces, las
mismas obsesiones de una nación paupérrima resacosa de un pasado
glorioso de sus élites. En África y Asia, oficiales y soldados se
tuteaban, compartían cuartos, guardias, comían la misma comida
sentados a la misma mesa, trabajaban a destajo por un imperio de
papel, empatizaban con unos prisioneros nativos que combatían por la
libertad de sus familias mientras ellos estaban a miles de kilómetros
de las suyas. Podían imaginar a cualquiera de esos prisioneros
llamando a la unidad de sus vecinos contra Portugal y en favor de la
democracia porque era lo que ellos también querían gritar. Casi 40
años después, han de volver a gritarlo. Vasco Lourenço hace hoy un
llamamiento “al pueblo portugués para que se movilice y actúe, en
unidad patriótica, para salvar Portugal, la libertad y la
democracia”. Entonces, igual que ahora, eran muchas las cosas que estaban en juego.
El pueblo portugués se sumó rápido al movimiento militar. |
En 1974 la perspectiva de los jóvenes
no era muy distinta a la de ahora. La precariedad social era
rampante. Emigrar o nadar en la pobreza. En este contexto, un año
antes, nació el Movimiento de las Fuerzas Armadas, convencido de que
un socialismo con libertades y sin tutelas de imperios comunistas
podría allanar el camino a la democracia de los portugueses. Las
ideas del MFA empezaron a dejar de ser un susurro cuartelario y
llegaron a oídos de Caetano después de un intento de sublevación de
un regimiento de infantera en el mes de marzo. Las detenciones y los
traslados forzosos se produjeron entre las filas militares y el
descontento aumentó.
Un niño regala un clavel a un soldado. |
La noche del 24 de abril, a las 22.55
horas, una emisora lisboeta pincha la canción E depois do Adeus,
de Paulo de Carvalho. Es la señal: la revolución ha comenzado. La
segunda señal pactada llega a las 00.25 del día 25. En Radio
Renascença suena la prohibida Grandola Vila Morena, de José
Afonso y los miembros del MFA tienen vía libre para ocupar puntos
estratégicos. A la una de la mañana los destacamentos de las ciudades más importantes ocupan aeropuertos, aeródromos y las
delegaciones del gobierno civil. Lisboa sigue en calma. La marina
se une a la revolución. A las tres de la mañana, los capitanes piden a la gente que permanezca en sus casas pero Portugal lleva un
rato sin dormir... La gente no espera que despunte el sol
para lanzarse a la calle a mezclarse con los soldados. En la marcha
de Lisboa, unos soldados se pararon ante un florista y le compraron
la flor de la temporada, el clavel. Se los pusireron en los cañones
de sus fusiles. No dispararían.
A las 8.00 horas, Marcelo Caetano se
esconde con sus fieles en un palacio lisboeta. Está cercado por la
gente y los militares... El resto es historia.
Secuencia del asedio a Marcelo Caetano, apresado finalmente y sacado en un blindado rumbo al exilio
Hoy Portugal afronta el desastre y,
para Lourenço, la línea política del gobierno “dejó de reflejar
el régimen democrático heredado del 25 de abril y configurado en la
Constitución de la República Portuguesa”. Hay dos millones de
pobres. Un millón de desempleados. La clase media está
sobreendeudada. La recesión económica es del 3 por ciento. El
Gobierno ha suprimido las pagas extraordinarias a todos los
funcionarios y pensionistas que ingresen 600 euros mensuales. Se han
suprimido los servicios públicos sanitarios. Ha aumentado el copago
(no creado). Ha subido la luz, el gas, el transporte. La reforma
laboral ha reducido las ayudas al desempleo y facilitado los
despidos. A los españoles nos suena todo un poco, claro. En definitiva: “las medidas y sacrificios impuestos a los
ciudadanos sobrepasan los límites de lo soportable. Son condiciones
inaceptables de seguridad y bienestar social tocan la dignidad de las
personas humanas”. Vuelven a irse los jóvenes. Ironías de la
historia: no se van a París, Londres o Berlín, como en los 70. Los
destinos son las antiguas colonias: Angola, Brasil...Por eso, estos
ex militares de entre 70 y los 80 años han preferido quedarse en casa, no aparecer en una fiesta cuyos valores prácticamente han desaparecido de la mente del gobierno portugués. Lo dice Vasco Lourenço, pero bien podría decirlo un español o un griego, la frase es casi internacional ya: lo llaman democracia y no lo es...
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